Era extraño tener tanto miedo, percibir la vida tan oscura, percibirse tan desfigurada y al mismo tiempo ser consciente de que, vista desde los ojos adecuados, yo misma, agarrando la mano de mi primer amante, era la promesa de un futuro mejor.
Título: La mala costumbre
Autora: Alana S. Portero
Editorial: Seix Barral
Páginas: 252
Me alegra tanto haber leído esta historia por fin. Llevaba meses en mi cajita de libros pendientes observándome, pero sin meterme prisa, era el primer libro que veía cuando miraba la caja. Silencioso e inmóvil, pero tan vivo como la historia que contiene en su interior.
Lo compré pensando en leerlo enseguida, pero los meses fueron pasando y no ha sido hasta ahora que me he atrevido a hacerlo.
Quizá tanto el libro como yo sabíamos que la historia que tenía para contarme era demasiado dolorosa.
Todavía hay comportamientos del ser humano que mi mente no logra comprender y en esta historia todos ellos se ven reflejados.
Hace varias semanas que leí esta novela, pero no ha sido hasta hoy que me he atrevido a publicar su reseña.
La protagonista de esta historia sabe desde los cuatro años que no puede mostrar quién es, que jamás podrá ser libre, porque expresar cómo se siente respecto a su cuerpo y su identidad en un barrio obrero del Madrid de los años ochenta y noventa tiene graves consecuencias.
Lo ha visto en Peluca y en Margarita. Ambas han sido putas y motivo de las burlas en un vecindario donde la adicción está presente en cada hogar.
Alana S. Portero es una autora que no conocía, pero cuya prosa, cruda y mágica a la vez, consigue transportarte a ese Madrid de los años ochenta, donde los prejuicios y la adicción eran los pilares de una sociedad atrapada en el trabajo y la miseria.
Me ha parecido una novela hermosa, aunque dolorosa de leer, en la que cada personaje tiene algo que contarnos. Pero también es una historia llena de esperanza.
Me he emocionado y disfrutado con ella, aunque también he sentido el dolor de sus personajes.
Una novela corta, pero cuya huella es profunda desde las primeras líneas. No es una obra sencilla, pero sí necesaria.
La recomiendo a quienes disfrutan de historias que muestran la realidad sin florituras ni adornos.