¡Hola!
Hoy te traigo la reseña de la lectura que hemos leído en el club al que asisto aquí en mi ciudad este mes. En marzo nos hemos reunido antes, pero como no era una lectura muy larga y, la verdad era bastante amena, no ha habido problema alguno.
«Merricat, dijo Connie, ¿una taza de té, querrás?
Oh, no, dijo Merricat, me envenenarás.
Merricat, dijo Connie, ¿quieres ir a dormir?
¡Bajo tierra te vas a pudrir!»
Título: Siempre hemos vivido en el castillo.
Autora: Shirley Jackson.
Editorial: Minúscula.
Páginas: 204 sin contar el posfacio.
«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la “Amanita phalloides”, la toronja mortal. El resto de la familia ha muerto».
San Francisco, 1916— Bennington 1965. Estudió en la Universidad de Syracuse. En 1984 publicó su primera novela, The Road Trough the Wall, y el cuento «La lotería» (incluido en el volumen Cuentos escogidos, que apareció en esta colección), un clásico del siglo XX. Su obra —que también incluye las novelas Hangsaman (1951), The Bird´s Nest (1954), The Sundial (1958) y La maldición de Hill House (1959), así como los ensayos autobiográficos Life among the Savages (1953) y Raising Demons (1956)— ha ejercido una gran influencia en A.M. Homes, Stephen King, Jonathan Lethem, Richard Matheson y Donna Tara, entre otros escritores. En 1962 publicó Siempre hemos vivido en el castillo, que fue considerada por la revista Time como una de las diez mejores novelas del año. En 2010, la prestigiosa Library of America reunió algunas de sus obras más significativas en el volumen al cuidado de Joyce Carol Oates.
Shirley fue una escritora de gran talento, de esto se dio cuenta Standly, quien más tarde se convirtió en su esposo. Sin embargo, su relación, lejos de ser perfecta, estuvo llena de contratiempos debido principalmente a las relaciones que él mantenía fuera del matrimonio.
La fascinación por lo sobrenatural de la autora ha quedado reflejada en todas sus novelas. Si has leído sus obras, te habrás dado cuenta de que en ellas las casas ocupan un papel central, al igual que ocurría en la vida de Shirley. Siempre hemos vivido en el castillo, no es una excepción y, a lo largo de sus páginas, se evidencia el peso simbólico que la casa tiene para sus personajes.
La complicada relación de Shirley con su madre también se observa en sus obras. A menudo sus personajes son huérfanos o como en el caso de la historia de la que hoy estamos hablando, han sido asesinados por una de sus hijas. Del mismo modo, la comida tiene un papel relevante en todas sus novelas, no es desconocida la relación que Shirley mantenía con ella debido a los comentarios hirientes que su madre siempre hacía sobre su peso. En Siempre hemos vivido en el castillo observamos que hay todo un ritual frente a la cocina y a la preparación de la comida. Además, en la obra se observa cómo el personaje de Constance refleja a Shirley en su tendencia a recluirse en casa y en su incapacidad para confrontar a los demás o expresar sus desagrados, aspectos que la autora proyecta en este personaje.
Te animo a que indagues un poco más en la vida de la autora y descubras las pistas sobre su vida que la misma ha dejado en cada una de sus novelas.
Hace seis años varios miembros de la familia Blackwood murieron envenenados debido a que alguien puso arsénico en el azúcar. Todo apuntaba a que Constance, la hermana mayor y la encargada de la comida, fue la causante de dicho acto, se la juzgo por ello y quedó absuelta por falta de pruebas. Merricat, su hermana menor, nos relata en las páginas de esta obra cómo es su vida seis años después del asesinato de su familia.
Merricat: una joven de dieciocho años que aparenta ser más joven, refleja esta juventud tanto en su manera de expresarse como en su pensamiento idealista. Desde el primer momento, se percibe que es un personaje más complejo de lo que podría parecer a simple vista. Su principal responsabilidad es proteger a su hermana Constance, para lo cual realiza las tareas más desagradables, como bajar al pueblo. Los vecinos del lugar, a quienes Merricat se refiere como los «los otros», sienten odio hacia la familia Blackwood, y a ella no le importaría verlos muertos.
Constance: la hermana mayor de Merricat, es un personaje sumiso y con escasa capacidad de decisión, rara vez contradice a su hermana. Desde el asesinato de su familia, Constance no ha salido de casa, excepto para ir al pequeño huerto en la parte trasera de la vivienda.
Tío Julián: parece tener un papel secundario en la obra, limitándose a recordar a las hermanas Blackwood lo sucedido. Sin embargo, al profundizar en su personaje, descubrimos que posee una perspicacia que va más allá de lo evidente. Es capaz de imponer su criterio cuando lo considera necesario, revelando que sabe más de lo que aparenta.
Ninguno de los personajes que encontraremos en esta obra son planos, por el contrario, todos tienen un deseo y evolucionan con base en él. Incluso los personajes del pueblo cambian su manera de pensar y actuar medida que con base en la evolución de las vidas de los Blackwood.
Una obra narrada en primera persona y en pasado por el personaje de Merricat. El lenguaje que utiliza la autora es sencillo y, a pesar de que todo gira en torno los dos mismos puntos; el asesinato de los Blackwood y el odio mutuo entre los vecinos y nuestras protagonistas, la autora es capaz de mantener expectante al lector en todo momento. Es como si algo revelador fuera a suceder.
He de decir que después de conocer un poco más sobre la vida de la Shirley Jackson, me he dado cuenta de que hay mucho de ella en esta novela. La casa y su significado, el miedo de Constance a salir, la relación con la comida e incluso la muerte de la familia Blackwood, todo ello tiene que ver con sus experiencias personales. La manera tan sutil en la que la autora introduce estos elementos en la novela hace que sea una delicia leera.
Esta es la primera novela que leo de la autora, pero he quedado fascinada con su capacidad a la hora de escribir y de crear personajes. Siempre hemos vivido en el castillo es una obra de lectura rápida, donde todo gira en torno a un secreto ya revelado y a una rutina de la que los personajes no quieren salir. De hecho, es en el momento en el que esa rutina amenaza con romperse cuando los personajes toman las riendas para volver a dejarlo todo como estaba. A mi parecer lo más fascinante es todo lo que no se cuenta, son demasiadas las preguntas que me he ido haciendo a medida que leía esta historia y todas ellas han quedado sin respuesta, quizás por ello no ha conseguido calar del todo en mí.